Montaje: El príncipe de la televisión. El reino de las tres coronas.
Una nueva edición tróspida llega a Cuatro: «Un príncipe para tres princesas» abre las puerta de su castillo de freakshow para nuestro deleite.
Entre realities anda el juego.
Miles de realities han pasado por nuestra televisión desde el origen de los tiempos. La excusa de «estudio sociológico» del que hablaba el primer «Gran Hermano» ha dejado lugar al placer del reírnos de la gente a nuestras anchas; Estos nuevos realities, desde los hijos solterones, hasta las mujeres ricas, están hechos desde y para la parodia (aunque todos no lo sepan).
Cuatro , y antes la Sexta, encontraron un filón televisivo donde mostrar todo su carácter joven y desenfadado. Con un par de elementos, ha podido construir un nuevo género televisivo.
Montaje mamarracho.
Desde que empezó en la granja, Luján se ha apoderado del reino tróspido, siendo esta la embajadora de este tipo de programas. Ella es uno de estas señas de identidad de las que hablamos, pues podemos intuir cómo irá el programa si Luján es la presentadora.
El casting es un elemento importante en cualquier tipo de reality, pues puede derrumbar o encumbrar un programa. En esta edición no se han querido pillar los dedos, y para evitar un protagonista aburrido (como la pasada edición), han cogido no solo a tres princesas, si no que su séquito de amigos les acompaña allá donde van. Esto asegura un desfile de situaciones mamarrachas non stop, entre pretendientes medio lelos, princesas falsas, cameos y estilistas faralais.
Pero sin duda el rey de todo es el montaje. Este mundo tróspido no sería lo mismo sin el montaje. Tímido al comienzo, añadiendo algún rótulo y efecto de sonido, ha ido evolucionando para convertirse en el protagonista absoluto del programa. Los cortes en los diálogos, los fondos postizos, las recreaciones, las falsas respuestas entre los concursantes, hacen que cualquier tontería que podría haberse pasado por alto se convierta en una carcajada en mitad del capítulo. ¿que los pretendientes se bloquean en sus entrevistas? Pues en vez de cortar ese trozo vamos a dejarle dos minutos intentando pronunciar una palabra. ¿Se han tropezado al entrar? ¡No cortar, sigan rodando! Esto es la esencia del programa, el mostrarnos no el lado humano, si no la ridiculez que son (somos) todos.
En resumen, este nuevo género de realities ha pasado de intentar mostrar la realidad a buscar la complicidad con el público. En este caso, el guilty pleasure de Cuatro se hace grande gracias al casting y el montaje. Al final, quién se queda con quién nos da igual. El amor no nos importa porque no nos lo creemos, ellos lo saben, nosotros lo sabemos, y ellos saben que lo sabemos. Lo que queremos es pasarlo bien y ver el ridículo de encontrar el amor entre sapos y princesas ( y tropecientas cámaras entre ellos).
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